Microrrelato...

La Presidenta Invisible

por | 14 Sep 2024

A propósito de los tiempos políticos que se viven en el Perú, un breve relato de la situación que domina la cotidianeidad del país. Cualquier parecido con la realidad, es una predicción.

Difúndanlo  poner las redes sociales.

Las últimas palabras que la hicieron notoria fueron:

  • Tu mamá!

Las pronunció en un contexto hostil, de repudio general. El consenso popular tenía claro que era una marioneta de los poderes fácticos, de aquellos de los que ella como presidenta y mujer proveniente de las tierras rurales, debía defender a los de su pueblo, a los de su mismo origen.

La increpación que le hizo una ciudadana anónima debio hacerla reflexionar, pero todos vieron como «se rebajo» y respondió con esa frase, al adjetivo de corrupta que le gritaron, cuando paseaba creyendo estar en olor de multitud.

Más que sorpresa, la reacción de la ciudadanía fue madura. Se escucharon miles de díalogos a lo largo y ancho del país, todos con un sentido común.

  • ¿Viste la presidenta que tenemos?
  • ¿Cuál? La que no atiende al periodismo ni a los periodistas, la que no se comunica con el pueblo, con nosotros.
  • Sí esa. La que nos insulta.
  • Para que verla, si lo que más hace es reprimirnos si queremos reclamar por todos los problemas que padecemos.
  • Mejor sería que fuera invisible.

Y así fue, como un manto de consenso no explícito, como un acuerdo no declarado, cada poblador decidió no hablar, no referirse y menos escuchar a aquella que por avatares del destino se había convertido en la primera presidente del país.

Al principio, la presidenta no se percató de la reacción ciudadana. Cada vez que salía y pasaba por algún lugar público y percibía que las personas no volteaban a mirarla, se dijo:

  • ¡Vaya! Parece que me perciben mejor y no me molestan o insultan. Eso es bueno.

Por la tranquilidad que sintió en sus «salidas presidenciales», las hizo más frecuentes y se encontró con la misma situación en todo lugar público de cualquier localidad del país que visitaba. Nadie la miraba, nadie la saludaba, nadie se dirigía a ella.

Aunque demoró en sentir la incomodidad de la indiferencia, pensó que algo tenía que hacer.

  • Empezaré a atender a los periodistas -se dijo.

Llamó a una rueda de prensa. Hacía más de cuatro meses que no contactaba periodistas. Nadie acudió.

Preocupada, salió a las calles hasta sin resguardo, sin seguridad. Se acercó a un transeúnte y le habló. No recibió respuesta. Busco a otro y tampoco tuvieron eco sus palabras.

Regreso a palacio y le pidió a su primer ministro, Adrianz, que le dijera que pasaba, que ella era la Presidenta del país, porque nadie la consideraba ahora.

El primer ministro bajo la cabeza y le dijo:

  • Como mi deber es no contrariarla, más aún defenderla, decidí no comentarle sobre su situación.
  • Mi situación ¿Cuál? -preguntó la presidenta.
  • ¿Debo ser sincero, presidenta? -era prácticamente el único que la llamaba así.
  • ¡Por supuesto! Es tu deber.
  • Señora presidenta ¿Por qué se preocupa? Usted respalda al Congreso y ellos también la cuidan, la blindan ¡No debe preocpuarse!
  • Eso no cuenta, como presidenta debo ser aceptada popularmente.

Entonces, se lo diré.

Adrianz hizo una pausa, tragó saliva, subio la mirada para bajarla de nuevo y dijo:

  • Sucede que para los ciudadanos de este país, usted es «La Presidenta Invisible».

Cuenta la historia, que en ese país, la primera mujer que alcanzó la presidencia, nunca existió.