¿Honoris Causa?

La demostración de que la Ética la usan como papel higiénico…
y ojo
…no lo usan para limpiarse los mocos precisamente.

 

La noticia del grado Honoris Causa otorgado a César Acuña Peralta por la Universidad Señor de Sipán, resulta una afrenta para el escenario académico de nuestro país, tan venido a menos a nivel universitario gracias a la contrareforma universitaria que ha instaurado el presente congreso, con la anuencia de los líderes de los partidos políticos, entre ellos César Acuña. Este inadecuado reconocimiento ocurrió el 7 de julio del presente año.

¿Por qué dedicar una publicación a este hecho?

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Un grado Honoris Causa se otorga a personajes eminentes, aquellos que por su trayectoria académica, social y humana, dejan una huella positiva y de gran trascendencia para la comunidad, el país e incluso para la humanidad. En otras palabras, los reconocimientos Honoris Causa se dan a personas notables y eminentes, cuyo aporte al desarrollo humano -sea económico, cultural, social o científica-, resulta incuestionable.

El grado Honoris Causa se instauró en las universidades europeas en el siglo XII en Europa y llegó a América en el siglo XVI, siendo la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la que la otorgó en nuestro continente por primera vez en 1576 al reconocido jurista Juan de Matienzo. La historia del grado Honoris Causa ha evolucionado y actualmente se otorga para reconocer el compromiso con la sociedad y la defensa de valores como la ética, la justicia y la libertad.

Obviamente, César Acuña, no cumple con ninguna de estas condiciones; es más, tiene cuestionamientos por plagio, corrupción, por su incapacidad de estructurar adecuadamente un discurso entre otras cosas (puede leer «Plata como Cancha», el libro que lo pinta de cuerpo entero aquí).

Además, en el caso del grado otorgado por la Universidad Señor de Sipán, resulta que se trata de una universidad fundada por él, presidida por su ex-esposa, dirigida por su hijo y administrada por su sobrina –leer el publirreportaje-.

Consecuentemente, resulta evidente el direccionamiento del grado y la pisoteada a toda ética académica que se ha perpetrado con este «acto de reconocimienro».

Más aún, si contrastamos las eminencias que han recibido el grado Honoris Causa en la historia reciente, con la trayectoria de Acuña, entonces podemos darnos cuenta de la diferencia:

  • Nelson Mandela.
  • Stephen Hawking
  • Mario Vargas Llosa
  • Albert Einstein.
  • Marie Curie.
  • Gabriel García Márquez.
  • José Saramago.
  • Isabel Allende.

Como se dice actualmente, estamos en la «era de la posverdad», donde no importa la verdad o el merecimiento sino el poder y su demostración, tal como lo hace Acuña y su clan.

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